Investigación: Autos eléctricos | El huevo o la gallina (I parte)
La propuesta de electrificar el Parque Automotor boliviano encuentra varios obstáculos en el camino. Como en el cuento del huevo y la gallina, todavía hay un dilema: ¿es necesario invertir en la flota para crear una red o es necesario crear una red para luego tener una flota de autos eléctricos?
El 30 de septiembre del 2019, fue una fecha clave en la historia de la incipiente industria nacional. El Presidente de aquel entonces, Evo Morales, encendía el primer Vehículo Eléctrico (VE) construido y fabricado enteramente en el país. El propósito del automóvil, que en dimensiones se asemeja a la histórica “peta”, aquel coche alemán del fabricante Volkswagen que traducido significa “auto del pueblo”, era entre otros el de fomentar la industria del litio al disponer entre sus trasmisores una batería fabricada con este metal.
Junto a ese pequeño carro, también se encendieron las expectativas. Producido por la empresa Industrias Quantum Motors, en alianza con la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), de lo que se trataba es de una maquinaria amigable con el medioambiente, que podía alcanzar una velocidad de hasta 50 kms/h, con capacidad para tres personas, y una batería que puede ser recargada en cualquier sitio doméstico con 220 voltios de energía. Con este proyecto, lo que se intentaba era de motivar al uso de estos vehículos que permiten un ahorro considerable en relación al gasto de gasolina o diésel, aprovechar la disponibilidad en la oferta nacional de energía eléctrica, lograr importantes ahorros por la reducción de subvención a combustibles fósiles y renovar el parque automotor obsoleto que tiene el país, especialmente en el transporte público. Pero en la vía, surgieron diversos obstáculos que aún obstruyen su circulación a nivel masivo por las calles y carreteras del país.
Sea como fuera, visión o apertura, el mismo expresidente Morales promovió en 2018 junto a los ingenios azucareros del departamento de Santa Cruz un acuerdo integral para la producción de alcohol anhidro (Etanol) que se obtiene de la caña de azúcar, siguiendo el modelo de reducción de la importación de gasolina. La idea cautivó de inmediato a los agroindustriales que iniciaron estudios e importantes inversiones para ampliar la producción del cultivo. En conjunto, los ingenios azucareros anunciaron inversiones por US$ 135 millones readecuando sus protocolos de producción.
El proyecto, una de las pocas APP (Acuerdo Público Privado) de aquel entonces, estimó inversiones por alrededor US$ 1.500 millones para los próximos cinco años, incentivando el crecimiento de la producción de caña de azúcar de 145.000 hectáreas a más de 300.000. Esas cantidades de producción permitirían la comercialización de unos 80 millones de litros del combustible verde. El acuerdo permitiría entre otras cosas el inició de un nuevo ciclo de la matriz energética, permitiendo un ahorro de al menos Bs. 1.700 millones.