Bolivia tiene oro bajo tierra, pero importa diésel: el letargo energético que indigna - El Economista 30-05-25
Bolivia está sentada sobre una montaña de gas, petróleo y potencial energético. Pero mientras las reservas esperan bajo tierra, arriba falta inversión, sobra desidia y las refinerías operan a media máquina.
Así lo advirtió Ángel Humberto Zannier Claro, ex Ministro de Energía de Bolivia, durante un seminario organizado por el Instituto Argentino de la Energía General Mosconi (IAE).
"Tenemos recursos, tenemos conexión con dos gigantes energéticos como Argentina y Brasil, pero seguimos dependiendo de importaciones de diésel y de un sistema de subsidios que distorsiona todo", disparó Zannier, dejando en evidencia las contradicciones del modelo boliviano.
En 2023, la demanda energética del país fue de 56,82 millones de barriles equivalentes de petróleo. De ese total, 87% se cubrió con hidrocarburos. Un modelo fósil en pleno siglo XXI.
Subsidios que alimentan el caos
El 55% de la energía se consume solo en el sector transporte. ¿Por qué tanto? Subsidios descontrolados que hacen más barato llenar un tanque en Bolivia que en cualquier país vecino. Esto no solo fomenta el consumo excesivo, sino también el contrabando de combustible a lo largo de las fronteras.
Las reservas probadas de gas natural se desplomaron a solo 4,5 TCF en 2023. ¿La razón? Una combinación letal de abandono de la exploración, precios internos congelados y un marco regulatorio que espanta a cualquier inversor.
"El famoso 'Government Take', la parte que el Estado se queda entre impuestos, regalías y demás, llega hasta el 90%. Al productor le queda un 8%. Con eso nadie perfora ni un pozo", explicó Zannier.
La paradoja es brutal: Bolivia tiene lo que muchos países sueñan: grandes cuencas geológicas con hidrocarburos convencionales y no convencionales. Se han identificado esquistos bituminosos similares a los de Vaca Muerta. Pero no hay exploración seria ni inversión en tecnología para desarrollarlos.
"Se han hecho algunas perforaciones en el sur del país con resultados positivos, pero nadie ha movido un dedo para cuantificar el potencial real. Es como tener oro debajo del colchón y seguir pidiendo prestado", ironizó el ex ministro.
Gasoductos sin gas, refinerías sin crudo
La red de gasoductos, más de 4.300 kilómetros, conecta Bolivia con Argentina y Brasil. Pero el flujo es unilateral: solo sale gas. Y cada vez menos. Las refinerías, con capacidad para procesar 67.000 barriles diarios, hoy operan con carga mínima por falta de materia prima.
Peor aún: como el crudo boliviano es liviano, esas refinerías no pueden adaptarse fácilmente al petróleo importado. Resultado: el país importa cada vez más diésel y combustibles pesados, a precios internacionales.
Reescribir las reglas del juego para atraer inversión, revisar el sistema de subsidios que distorsiona la demanda, y diversificar la matriz energética.
Además, insistió en que el futuro energético boliviano no puede pensarse sin Argentina. "La historia nos ha unido en materia de integración gasífera. Pero si no salimos del letargo, nos vamos a quedar viendo cómo otros se llevan el protagonismo", advirtió.